Resulta paradójico que en menos de dos año, una de las comunas mejor evaluadas en términos de habitabilidad, se encuentre en medio de una revuelta vecinal. En enero del año 2005, un estudio elaborado por la Secretaría Regional Ministerial Metropolitana de Planificación, calificó a Ñuñoa como la comuna capitalina con el mejor índice de calidad de vida, ubicándola por sobre sectores como Vitacura, La Reina y Providencia. Frente a este tipo de señales, es llamativa la fuerte organización vecinal, gestada a partir del descontento que han generado los cambios estructurales de la comuna.
Los vecinos, observan con preocupación el boom inmobiliario, que en los últimos años ha cambiado el rostro de su barrio. Denuncian que esta “masacre urbana” atenta contra el espíritu de la comuna, aumentando duramente la densidad de población. Apuntan como culpable al actual plan regulador de Ñuñoa, que permite la construcción de edificios de altura libre; por lo que dirigen sus dardos a la Municipalidad.
Claramente los cambios que afectan a comunas tradicionales como Ñuñoa, son consecuencia de la creciente concentración de población que afecta a Santiago. Este fenómeno ha generado una fuerte demanda de infraestructura habitacional, ante lo cual empresas y municipios han respondido elevando las construcciones. El cambio arquitectónico y el aumento de densidad, han terminado por cambiar la identidad de las comunas afectadas, lo que consecuentemente produce un quiebre con los habitantes tradicionales del sector.
Debemos acostúmbranos entonces al surgimiento de organizaciones vecinales en pro de la protección de sus barrios, en sectores consolidados de la capital. Recordemos que anterior a la Red Ciudadana por Ñuñoa, los vecinos del barrio Las Lilas en Providencia, levantaron sus voces por problemas similares. Estamos por tanto, ante el renacimiento de aquel sentimiento desaparecido del inconsciente colectivo Santiaguino. Hoy resurge el cariño por la esencia de los barrios, por eso que los hace únicos, sin la necesidad que sean patrimoniales.
Sin embargo, el auge de la contruccion, aparentemente favorable para las empresas constructoras, puede resultar contraproducente; ya que ellas mismas transforman las particularidades que hacen llamativa su oferta. Pretenden vender tranquilidad y vida de barrio, al mismo tiempo que contribuyen a mermar estas cualidades. Transforman las comunas creando barrios distintos, con lo que se destruye aquello que origina la demanda inmobiliaria. Frente a esto, es inminente que cualquier barrio que sea blanco del mercado habitacional proliferante, estará en riesgo de transformarse y perded su identidad.
Frente al panorama actual, de vecinos organizados y transformaciones sin control. No cabe la pregunta sobre ¿Quién es el responsable? Encontar nombres seria una búsqueda sin término, donde municipios, ministerios e inmobiliarias eludirían las acusaciones, mientras la metamorfosis continúa. Es necesario entonces buscar acuerdos. Modificar las regulaciones, con tal de prever las consecuencias negativas, considerando todos los intereses sociales. En especial, aquel que protege aquello que hace únicos los rincones de una capital que avanza, sin cuidado de resguardar su personalidad.
Los vecinos, observan con preocupación el boom inmobiliario, que en los últimos años ha cambiado el rostro de su barrio. Denuncian que esta “masacre urbana” atenta contra el espíritu de la comuna, aumentando duramente la densidad de población. Apuntan como culpable al actual plan regulador de Ñuñoa, que permite la construcción de edificios de altura libre; por lo que dirigen sus dardos a la Municipalidad.
Claramente los cambios que afectan a comunas tradicionales como Ñuñoa, son consecuencia de la creciente concentración de población que afecta a Santiago. Este fenómeno ha generado una fuerte demanda de infraestructura habitacional, ante lo cual empresas y municipios han respondido elevando las construcciones. El cambio arquitectónico y el aumento de densidad, han terminado por cambiar la identidad de las comunas afectadas, lo que consecuentemente produce un quiebre con los habitantes tradicionales del sector.
Debemos acostúmbranos entonces al surgimiento de organizaciones vecinales en pro de la protección de sus barrios, en sectores consolidados de la capital. Recordemos que anterior a la Red Ciudadana por Ñuñoa, los vecinos del barrio Las Lilas en Providencia, levantaron sus voces por problemas similares. Estamos por tanto, ante el renacimiento de aquel sentimiento desaparecido del inconsciente colectivo Santiaguino. Hoy resurge el cariño por la esencia de los barrios, por eso que los hace únicos, sin la necesidad que sean patrimoniales.
Sin embargo, el auge de la contruccion, aparentemente favorable para las empresas constructoras, puede resultar contraproducente; ya que ellas mismas transforman las particularidades que hacen llamativa su oferta. Pretenden vender tranquilidad y vida de barrio, al mismo tiempo que contribuyen a mermar estas cualidades. Transforman las comunas creando barrios distintos, con lo que se destruye aquello que origina la demanda inmobiliaria. Frente a esto, es inminente que cualquier barrio que sea blanco del mercado habitacional proliferante, estará en riesgo de transformarse y perded su identidad.
Frente al panorama actual, de vecinos organizados y transformaciones sin control. No cabe la pregunta sobre ¿Quién es el responsable? Encontar nombres seria una búsqueda sin término, donde municipios, ministerios e inmobiliarias eludirían las acusaciones, mientras la metamorfosis continúa. Es necesario entonces buscar acuerdos. Modificar las regulaciones, con tal de prever las consecuencias negativas, considerando todos los intereses sociales. En especial, aquel que protege aquello que hace únicos los rincones de una capital que avanza, sin cuidado de resguardar su personalidad.