jueves, 27 de septiembre de 2007

Grecia con Macul: El Portal de Ñuñoa

La esquina donde se cruzan las Avenidas Grecia y José Pedro Alesandri, más conocida como Macul, se ha caracterizado durante años por hacer confluir flujos de estudiantes provenientes de tres universidades circundantes. Numerosos jóvenes cruzan diariamente estas calles para dirigirse a la UTEM, la UMCE o la Universidad de Chile.

Esta última es mi destino de cada mañana. Tal como tantos otros, hace cuatro años que el mencionado sector se ha convertido en parte de mi paisaje común, un eje concéntrico que une, casi de manera equidistante, mi casa con la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Por estas calles he visto innumerables protestas estudiantiles, disfruntado sin culpa de una hamburguesa de Mc Donalds y comprado el pan en el supermercado Santa Isabel.

Sin embargo, esta vista habitual esta ad portas de cambiar irremediablemente. En una suerte de movimiento estratégico, el año pasado Cencosud instaló Santa Isabel en los terrenos que antes ocupaba el supermercado Montecarlo (esquina sur-oriente), clausurando las instalaciones originales, contiguas a la UTEM. Todo esto, con el fin de llevar a cabo el proyecto de construcción de un centro comercial, el futuro Portal de Ñuñoa.

Hoy he tenido que incorporar a mi paisaje la entrada y salida de camiones, además del constante polvo en suspensión. Claro que el cambio más impactante es aquel que vendrá en el futuro, cuando una gigante construcción se levante en los terrenos de Grecia con Macul.

De todas formas, y afortunadamente, este tema también ha tocado a los vecinos organizados a través de la Red Ciudadana por Ñuñoa, quienes han investigado los permisos de edificación, descubriendo una serie de irregularidades. Estas anomalías ya han sido denunciadas a la contraloría, organismo que ha ordenado la paralización de las obras, entregándonos a los vecinos un respiro.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Desde un Punto de mi Ciudad

En el corazón de la ciudad de Santiago, se encuentra Ñuñoa. Una de las comunas más antiguas de la capital. Sus calles están colmadas de historias, como la que alguna vez escuche relatar a José Miguel Varas (Premio Nacional de Literatura 2006), quien contaba los recuerdos melancólicos de aquellos paseos a Los Jardines de Ñuñoa, que realizaba durante su niñez.

Hoy con una arquitectura distinta, y para muchos hostil, Ñuñoa carga con los recuerdos de un Estadio Nacional afligido y de una bohemia Plaza Nuñoa. Sin embargo, continua siendo acogedora, tranquila y humana, conservando la apariencia con la que me recibió hace nueve años, cuando volví a Santiago y a la comuna natal de mis padres.

Desde este punto en el mapa metropolitano, he aprendido a mirar lo que pasa a mí alrededor. La ciudad y sus ritmos, los ciudadanos y sus quehaceres.

Si bien hace cuatro años desde mi balcón podía ver la Virgen del cerro San Cristóbal y las luces del Estadio Nacional, las nuevas estructuras del desarrollo urbano no impiden que siga observando mi ciudad. Y que través de las posibilidades que entregan la blogosfera y aquello que llaman periodismo ciudadano, exponga mi visión sobre diversos asuntos sociales que emergen desde el cemento que cubre esta ciudad.
Camila Paz Echeñique G.

jueves, 20 de septiembre de 2007

La Nueva Justicia


El pasado 5 de Septiembre, por razones académicas, visité por primera vez el imponente edificio del Centro de Justicia de Santiago. Construcción en la que se invirtieron más de 43 mil millones de pesos y donde, en sus más de 85 mil metros cuadrados, se distribuyen las dependencias del Ministerio Público, la Defensoría Penal, los Juzgados de Garantía y los Tribunales Orales.

Cerca de las 8 de la mañana y con el sol despuntando, este “elefante” de cemento y vidrio luce imponente. La luz se refleja brillante en las ventanas, mientras el calor del ambiente no puede luchar contra la sombra de las grises paredes, bajo las cuales transitan funcionarios del poder judicial y de la policía.

A las 10 de la mañana comienzan las audiencias, correspondientes a los juicios orales que se realizan en el ala norte de la construcción. En el tercer piso existen 4 salas. En la del constado izquierdo se dictará sentencia por el caso de las hermanas Bastías, procesadas por el secuestro del niño de once años Ignacio Morales. En el extremo opuesto se encuentra en pleno proceso el caso de Lorena Neira, mujer que en marzo del 2006 atropellara a 4 personas tras perder el control de su vehículo, dejando dos victimas fatales.

Sentada en la última fila de la sala, donde se acusa a Lorena Neira, veo por primera vez fotos correspondientes a una autopsia, mientras escucho consternada las conclusiones de los peritos. Las imágenes corresponden el cuerpo, o lo que queda, de Juan Vázquez, hombre de 73 años fallecido en el accidente. La otra víctima es una niña de 10 meses de edad, cuya madre no ha presentado cargos por falta de recursos.

A la derecha de la sala se encuentra Lorena Neira, una mujer joven a quien me tope en la escalera mientras caminaba hacia la sala. A pesar de las terribles consecuencias de lo ocurrido, su persona me causa tristeza, ya que todo parece indicar que Lorena ha sufrido desde pequeña graves problemas emocionales, que le llevaron al consumo de psicotrópicos al momento del accidente.

Tres mujeres se encuentran sentadas de frente al público, la defensa, los querellantes y el Ministerio Público. Son las Magistradas a cargo del caso, encargadas de dictar la sentencia contra la imputada.

En medio de la audiencia fijo mi atención en las juezas, debido a la juventud de dos de ellas. Las continúo observando por un tiempo y me doy cuenta de que ambas mantienen un cuchicheo constante. La Primera Magistrada se cubre la boca y se inclina hacia se izquierda para susurrar al oído de su colega. Esta responde y ambas sonríen, retornando a su rictus habitual cuando vuelven la mirada hacia el frente.

La curiosa actitud de las juezas llama la atención del grupo de personas que me acompaña, generando molestia e incomodidad, teniendo en cuenta las características del caso que todos presenciábamos.

En medio de un receso, una de mis compañeras se acerca al estrado y pide hablar con la Magistrada en cuestión para reprocharle su extraña actitud. Sin embargo, esto es imposible, según explica un anciano funcionario, quien ante el comentario de lo ocurrido responde: “es que algunas veces la gente dice tantas tonteras que es inevitable reírse”.